Fueron unos días aciagos,
de llanto y desesperanza,
la Mercedes había salido
para la gran ciudad
de llanto y desesperanza,
la Mercedes había salido
para la gran ciudad
y, en casa, desolada, postrada,
su madre no paraba de mirar
el lóbrego reloj de la sala
como si éste supiera descifrar
el dilatado mapa de Barcelona.
Fueron muchos días aciagos,
la Mercedes había salido
y no mandó ninguna carta.