Ábreme las puertas del museo,
amiga desconocida, ábremelas
de par en par, sin miedo ni
timidez. Invítame a saborear
los detalles más nimios y hondos.
Mi vida se pierde hacia adelante,
los años placenteros se fueron y
sólo me quedan horas de sabia
observación. Pero de tanto hablar
en aulas pequeñas, perdí la humildad
y anduve esquivando los cuadros para
contentarme con lecturas austeras y
resecas. Ya no soy docente. Ya no soy
alumno. Soy nuevo. Por poco tiempo. Ábreme.