Su libertad es la tuya,
es la mía, es la nuestra.
Por las sendas avanza con
los ojos vendados de seda.
La sigo sin agachar nunca
la cabeza. El abrigo oscuro
le oculta el cuello como un
estandarte morado. Silencio
de pisadas en la nieve, huellas
angélicas que rechazan los elfos.
Callo ¿o me callo?. La dejo avanzar,
libremente, apaciblemente. Me está
enseñando algo que todavía no sé
vislumbrar. ¿Mi libertad? Tal vez.