Cerraste los ojos
y con la mano izquierda,
al azar, escogiste una.
Una bola de colores,
entre las tres que teníamos.
Roja y amarilla.
Cerré los ojos
y me reuní contigo,
orientado por tu mano
izquierda. Cundieron
las palabras como aceite
por el hule de la tienda
familiar. No sabíamos
a dónde ir. Nos dejamos
guiar por el curso tierno
de las horas, de noche,
sin manecillas ya.
No nos despertamos
porque no nos habíamos
dormido. Fue una noche
en blanco. En rojo y
amarillo también. Al alba,
se coló el azul, cambiamos
la bandera...
...et nous nous mîmes, soudain
à parler en français.