Mientras se pone el sol, uniéndose naranja
don la curva del horizonte, desandas lo andado
y regresas a casa, precipitadamente, en taxi.
No dejas de rozar con la mirada las aristas de hormigón
de los barrios nuevos y tropiezas con los modales inauditos
de aquellos que comparten el espacio contigo. Has dejado
atrás, el libro amado y los versos consabidos. Ahora estás
pescando detalles para aplacar la sed de tu amigo el poeta.
Ya se ha cerrado la noche y te entran ganas de dormir.