Hoy, en la frente, mi amor,
sin ni siquiera temblar,
me ha dibujado una sonrisa
con sus dedos anacarados.
Dulce cicatriz con la que voy
por las calles anchas y vacías,
buscando a quien me conozca,
y se atreva a hablar.
Nada de besos impresos con carmín
en la mejilla helada. Pero sí el
fulgor y la sangre que bullen
por su alma hechicera.