Me has robado el corazón
entre verano y otoño, y,
desde entonces, camino por
las calles vacías, desalmado,
descorazonado, con la mirada
puesta en cada esquina, como si
ésta diera a una alameda apacible
dibujada por tus palabras precisas
como cinceladas al filo de la noche.
Me has robado el corazón
entre mar y océano, y,
desde entonces, navega mi pluma.