Lágrimas negras, de tinta amarga,
que te corren por la mejilla
y te dejan exhausta, acurrucada
en un rincón de la finca.
Lágrimas negras, ya secas, como
surcos por la piel. Arrugas tiernas,
sutiles marcas del pasado remoto
y ya no tan amargo.
Lágrimas negras, de tinta ríos,
por donde fluye tu pluma en pos
de recuerdos ricos y profundos
que te enseñaron a ser. Tú misma.