samedi 18 avril 2020

Un sacador de fuego

Es hijo de relojero,
aprendió el oficio,
torciendo las manecillas

del tiempo. A deshora.
Sin distinguir entre
la luz del día y la fría

oscuridad de la noche.
Pasaron años. Dejó la
Ciudad Condal. Con barco.

Y se instaló al oeste de
la isla de Menorca, con 
los ojos puestos en la

capital que le había
enseñado parte del oficio.
Creó una clínica de las

joyas. Al repararlas,
al ajustarlas a un nuevo
cuerpo, decidió transmitir

un poco del aliento de quienes
habían desaparececido en los
desvanes del tiempo.

Lo mismo hizo con humildes
huesos de sepia o con palabras,
tiernamente gastadas.